REVISTA MAGNA. BUENOS AIRES
Estados Unidos logró asesinar al líder talibán y comienza una nueva etapa en la guerra con el terrorismo. ¿Cómo reaccionará el mundo islámico?
El 20 de septiembre de 2001, en su discurso frente al Congreso, el entonc
Imagen: despiertaalfuturo.blogspot.comes Presidente Gerge W Bush iniciaba la guerra contra el terrorismo bajo el nombre de “Justicia Infinita”. Frases como “El que no está con nosotros está con el terrorismo”, “Encontraremos a Bin Laden; vivo o muerto” o “Será una guerra larga, que seguramente no terminará antes de que abandone la presidencia” demostraban la dureza con la que los Estados Unidos respondería al atentado de uno de los símbolos más representativos de su país como fueron las Torres Gemelas.
Cinco días más tarde y ante las críticas internacionales por el término con el que se bautizó a la guerra, Bush debió cambiar “Justicia Infinita” por “Libertad Duradera”. Pero el cambio sólo fue en el nombre, porque con el correr del tiempo el gobierno estadounidense mostró que estaba dispuesto a actuar con toda su ira contra los representantes del terrorismo.
La caída –y posterior asesinato- de Saddam Hussein pareció apaciguar un poco el ánimo del pueblo estadounidense. Pero si bien había que manifestar el éxito de derrocar a una dictadura de más de cuatro décadas, tanto Bush como sus gobernados sabían que el principal culpable del atentado a las Torres no era Saddam. Flotaba en el aire la sensación de que hasta que el líder talibán no cayera, la guerra se seguiría perdiendo.
Luego de casi diez años de lucha, el ejército norteamericano logró su trofeo más preciado: la muerte de Osama Bin Laden. Más allá de los festejos en la puerta de la Casa Blanca y la notoria alegría que mostraba el rostro de Barack Obama al confirmar el éxito de la operación en la Sala Oval , el asesinato del afgano abre un interrogante crucial: con la muerte de Bin Laden, ¿se termina el terrorismo? ¿Dejará de funcionar la red Al Qaeda sin su fundador?
En los próximos días aparecerán millones de alternativas a esas preguntas. Muchas de ellas estarán influenciadas por el rechazo internacional que provoca la mayor potencia mundial; otras se reducirán a lo que sucederá en el corto plazo. Intentaremos, desde aquí, entender con la mayor precisión posible unos de los hechos históricos que –muy probablemente- marcará el rumbo del siglo XXI.
Un triunfo incuestionable
Haciendo a un lado las simpatías o empatías políticas o ideológicas que provoca Estados Unidos, debe aseverarse que el asesinato de Osama Bin Laden es un claro triunfo para Norteamérica. Cuando Bin Laden se adjudicó ser el máximo responsable del atentado del 11-S desafió públicamente a Estados Unidos; fue como decirle “Fui yo, vengan a buscarme”. Dejando en claro esto, hay dos posibles situaciones que se pueden dar a partir de aquí.
Hoshi Mubarak declaró hace unos años que “en el momento que Estados Unidos asesine a Bin Laden, al mismo tiempo dará nacimiento a 100 Bin Ladens más”. Sin dudas, es la alternativa que más temor nos provoca a todos. El ex Presidente egipcio (como todos los entendidos en el fundamentalismo islámico) sabe que una de las pasiones que más mueve a los talibanes es la venganza.
Cuesta creer que los seguidores de Osama se queden de brazos cruzados ante el asesinato de su máximo líder. No se trata aquí de algún atentado menor que pueda tener lugar en los próximos días como signo de supervivencia del Islam. La venganza que cultivan los talibanes es un arma que requiere –primordialmente- de paciencia; pueden pasar meses, años y hasta generaciones enteras hasta que concreten su ansiada venganza. De hecho, el propio atentado a las Torres Gemelas fue definido por Al Qaeda como una respuesta a los “excesos” provocados por los yankees 14 años antes en Oriente Medio.
Para los que se inclinan por la veracidad de esta posibilidad, el asesinato de Bin Laden solo será un capítulo más de una guerra interminable. Sólo se podría llegar al fin de un conflicto bélico con la erradicación total de alguna de las dos culturas; algo que a esta altura es totalmente imposible por la magnitud que estas adquirieron.
La convivencia como única alternativa
El otro camino que la desaparición de Osama puede abrir es el inicio de una convivencia forzada con la condición excluyente del predominio de Estados Unidos. La historia nos enseña que absolutamente todo movimiento debe poseer un líder; y que mientras mayor sea su liderazgo mejor será el porvenir de ese espacio.
El inicio del siglo XXI marcó el nacimiento de unos de los líderes más emblemáticos capaces de enfrentar a la mayor potencia mundial. Eso que en aquellos tiempos era un rasgo positivo para los talibanes, hoy se transforma en la mayor preocupación del fundamentalismo islámico. El razonamiento lógico y coherente sería: “Si Estados Unidos pudo con nuestro mejor líder (Osama), por qué no va a poder con el que lo suceda”.
No debe puntualizarse el accionar de los norteamericanos solamente en la muerte de Bin Laden. Rápidamente, podemos recordar que desde el 11-S, Estados Unidos logró invadir Afganistán, Pakistán, derrocar a Hussein en Irak y logró controlar de manera relativa a todo Oriente Medio. Mahmud Ahmadineyad en Iránparece ser el único dolor de cabeza serio para los yankees.
Hay una frase en el discurso de Obama que sintetiza el espíritu estadounidense en la guerra contra el terrorismo:“Volvemos a recordar que Estados Unidos puede hacer todo lo que se proponga”. Para muchos se trató de una desafortunada frase que indica la soberbia y prepotencia del país del norte. Sin embargo, si se tiene en cuenta que inmediatamente el Presidente norteamericano aclaró rotundamente que “no estamos en guerra con el Islam”, puede leerse a la misma como un condicionamiento para la convivencia.
Lo que Occidente pretende hacerle entender al fundamentalismo islámico es lo que reza la famosa frase: “La libertad de uno termina donde comienza la del otro”. Por más injusto que nos parezca el sistema capitalista o la cultura que predomina del otro lado del océano, deben respetarse ciertas normas básicas que hacen a la convivencia mínima que todas las culturas deben poseer. No será admisible, para los Estados Unidos, que se eduque a los niños con la premisa de “matarse provocando la mayor cantidad de víctimas occidentales para llegar al paraíso” como sucede en los territorios islámicos.
El asesinato de Bin Laden es un hecho histórico que atañe a todo el planeta. Tanto Occidente como Oriente deberán aprehender de lo sucedido porque como dijo Martin Luther King: “Hemos aprendido a volar como los pájaros, a nadar como los peces; pero todavía no hemos aprendido el sencillo arte de vivir como hermanos”.
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