martes, 16 de agosto de 2011

SE TERMINÓ EL AÑO ELECTORAL



REVISTA MAGNA. BUENOS AIRES
El rotundo triunfo de Cristina provocó que las elecciones de octubre se transformen en un mero acto protocolar. La oposición deberá pensar en el 2015

Seguramente el tiempo abrirá el camino para un análisis más profundo y exhaustivo de lo sucedido el último domingo en la República Argentina. La inmediatez que amerita un hecho político de semejante magnitud como las internas simultaneas y obligatorias nos exige subrayar (a 24 hs.) tres puntos claves que dichas internas han consagrado.
Cristina hasta el 2015
El porcentaje obtenido por la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner (50,07%) no deja lugar a ningún tipo de dudas ni cuestionamientos. Más allá de las falencias que puedan encontrarse en la oposición (de las que hablaremos más abajo), Cristina consiguió un respaldo en las urnas que le permite (por mucho) evitar el ballotage y obtener la re-elección de manera directa.
Imagen: infopico.comImagen: infopico.comCon la “mitad más uno” que obtuvo la Presidenta carece de valor todo análisis profundo que se pueda realizar sobre los restantes candidatos. En una utopía opositora, logrando la quimera de unir todas las fuerzas de los opositores (Duhalde, Alfonsín, Rodríguez Saá, Binner y Carrió) no se llegaría a poner en riesgo el triunfo de Cristina.
Recordemos que según la ley electoral nacional, si el primero consigue sobrepasar el 45% de los votos, no interesa cual sea el porcentaje obtenido por el segundo; el primero habrá ganado en primera vuelta. Con esta premisa y con el porcentaje obtenido por Cristina, cerca de un millón de argentinos que votaron por la Presidenta en las internas deberían cambiar su parecer y elegir a otro candidato para que Cristina no alcance el 45%. Es decir, ese escenario es totalmente imposible. Cristina ya ganó.
Viendo el vaso medio lleno (desde la óptica oficialista) debemos decir que la mitad del país apoya ciegamente el Proyecto Nacional que impulsó el kirchnerismo y hoy sostiene el cristinismo. El general Perón solía decir en las conferencias post elecciones que la “única realidad era la verdad; y la verdad la pronuncian las urnas”.
El vaso medio vacío
Así como desde la perspectiva cristinista se ostentará que la mitad del país pertenece a su modelo; también es cierto que hay otra mitad que se opone al Gobierno Nacional. El modelo de política que ejerce el cristinismo provoca amores y odios; o se apoya a full el proyecto o se está en contra del todo; no existen grises. Vale recalcar que los que depositaron su confianza en Duhalde, Alfonsín, Rodríguez Saá, Binner y Carrió lo han hecho –mayoritariamente- por expresar un descontento con el Gobierno de Cristina.
No debe caerse en el error de que Cristina remontó las derrotas que sus representantes padecieron en Capital Federal, Santa Fe y Córdoba. No es así; los números de las internas así lo confirman. En esos tres distritos Cristina merodeó el 30% de los votos (los porcentajes más bajos del país); lo que explicita que hay un 70% de cordobeses, un 70% de santafecinos y un 70% de porteños que no concuerda con el modelo que ofrece el oficialismo nacional. Si Cristina resultó la candidata con más votos en esos distritos fue –únicamente- porque la oposición estuvo más diversificada.
Tomemos como ejemplo la Capital Federal. Filmus obtuvo (en la primera vuelta para Jefe de Gobierno) el 27,8%, sólo dos puntos menos que Cristina en las internas del domingo en ese distrito. Pero mientras Filmus luchó contra el liderazgo consolidado de Macri, Cristina se enfrentó a la confusión opositora. El porteño antagonista tenía que dilucidar si la mejor opción era Duhalde, Binner, Alfonsín, Carrió o Rodríguez Saá.
Es por ello que Cristina no debe confundir su rumbo y creer que los resultados obtenidos el domingo le dan camino libre para gobernar independientemente con el apoyo de todos los argentinos. El tono conciliador que Cristina inició cuando Macri le propinó una paliza en capital y continuó una vez consumada la elección cordobesa (llamando a De la Sota) no debería terminarse. Sólo manteniendo un diálogo pronunciado y eficaz con la oposición, Cristina conseguirá transitar estos cuatros años sin mayores inconvenientes.
No hubo, no hay…¿habrá?
En el análisis que realizamos la semana pasada, anticipábamos que el peor escenario posible para la oposición era terminar la jornada dominguera con un empate técnico. No sólo así sucedió, sino que el porcentaje logrado por ambos segundos (Alfonsín y Duhalde) fue mucho menor a lo que ellos mismo esperaban. Tanto el radical como el líder del Frente Popular confiaban en tener como piso el 15%.
Los errores que se les puede adjudicar son interminables. Nos quedaremos aquí con el más importante: no haber conseguido –al menos- juntar fuerzas entre ideologías similares. Si no se podía conformar un único frente opositor, Duhalde tendría que haber intentado no provocar la ruptura con Rodríguez Saá y Alfonsín consolidado la alianza con Binner.
Lo cierto es que la interna ya pasó y dejó unas cuantas realidades para la oposición. Primeramente, nos encontramos con líderes que supieron tener su momento de gloria en el pasado, pero la actualidad les ha demostrado que ya no tienen más espacio. Lilita Carrió y Eduardo Duhalde deben replantearse seriamente el hecho de continuar haciendo política. Los dos han quedado demasiado lejos de sus objetivos mínimos para realizar una performance aceptable.
Rodríguez Saá no puede terminar de instalar a su querida San Luís a nivel nacional. Le será imposible al puntano instalarse en el escenario nacional sino consigue el amparo del aparato que sólo un partido tradicional puede ofrecerle. Le sucedió al propio Néstor Kirchner; tuvo que recurrir al padrinazgo del entonces líder justicialista Duhalde para llegar a la presidencia.
Alfonsín, por su parte, encarna la triste realidad del radicalismo. Ya han pasado 10 años de la catástrofe del 2001 y el tradicional partido de los “correligionarios” no puede levantar cabeza. Si bien es cierto que en cada elección muestran un progreso con respecto a la anterior, dicho “progreso” resulta muy lento. Una victoria (como se prevé) del joven Ramón Mestre en la intendencia de la capital cordobesa el próximo 18 de septiembre le garantiza a la UCR un cargo ejecutivo de importancia luego de muchos años. Habrá que ver como hace el radicalismo para potenciar ese gesto electoral.
Por su parte, Hermes Binner representa el gris, el punto medio. En un país donde la consigna parece ser adherir totalmente u oponerse 100%, el socialismo intenta compartir principios ideológicos con el oficialismo (sobre todo en lo relativo a los derechos humanos) pero pegar el grito ante los actos que considera “impropios” para un Gobierno Nacional. Néstor Kircher dijo alguna vez sobre Binner (en la previa de la elección en Santa Fe en el año 2007): “No puede ganar él. Es honesto y sabe administrar, va a ser difícil que la gente no lo quiera”. La tarea de Binner en estos cuatro años será convencer a todo el país de la veracidad de la frase de Néstor.
Párrafo aparte merece Mauricio Macri. No hay dudas de que se perfila para consolidarse como el gran opositor de cara al 2015. Según Durán Barbas (su asesor personal) era apresurado lanzarse este año; los resultados le dieron la razón, quedará por dilucidarse si el tiempo también lo hará. Por lo pronto, Macri tendrá que definir en las próximas horas si vale la pena apoyar a algún candidato opositor de cara a las elecciones de octubre.
Durán Barbas le había aconsejado que no puede “lavarse las manos”. Luego de cuatro años en los que criticó duramente al Gobierno Nacional no podía dejar pasar la elección como si nada. ¿Seguirá pensando lo mismo la mano derecha de Macri? ¿Decidirá “pegarse” a una derrota segura (y catastrófica) el Jefe de Gobierno porteño?  En la respuesta de esos interrogantes estará el primer examen del Macri opositor.
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