jueves, 5 de mayo de 2011

ANTE LA MUERTE DE BIN LADEN, CRISTINA PREFIRIÓ EL SILENCIO



Los funcionarios del Gobierno nacional decidieron ocultar sus pensamientos ante el asesinato del líder de Al Qaeda.
Imagen: elnoticialista.blogspotLas relaciones internacionales nunca fueron una materia destacada en el gobierno kirchnerista. El acercamiento ideológico que Cristina tiene hacia Hugo Chávez le provoca al oficialismo chocar –en reiteradas ocasiones- con los líderes extranjeros que condenan el gobie rno del venezolano.
El canciller argentino Héctor Timmerman tiene un estilo populista y confrontativo que representa dignamente la esencia del kirchnerismo. El uso que Timmerman hace del Twitter sorprende a propios y a extraños (incluso llegó a pelearse con Luciana Salazar cuando la pulposa vedette promocionaba su noviazgo con Martín Redrado) pero logra mantener comunicado en todo momento al canciller con la gente. Luego de la confirmación de Obama sobre la muerte de Bin Laden, varios esperaban que el funcionario exprese la postura de nuestro país de manera instantánea en la conocida red social. Pero no sólo Timmerman evitó comentarios, sino que ningún funcionario del Gobierno nacional emitió opinión al respecto.
Recién el lunes pasadas las 14hs (más de doce horas después de la confirmación de Obama) la cancillería emitió un breve y sencillo comunicado oficial que se resume en el siguiente párrafo: "La muerte de Osama Bin Laden coloca al terrorismo internacional, una vez más, como tema central de la sociedad. La República Argentina manifiesta su profundo rechazo a quienes utilizan la política o la religión para cometer acciones criminales".
Resulta curioso que en ninguna oración del comunicado se nombre al país protagonista del asesinato o al presidente del mismo. Una interpretación objetiva del comunicado nos llevaría a deducir que lo que quiso manifestar Cristina fue claro: Rechazamos las acciones de Al Qaeda, pero eso no significa que apoyemos a Estados Unidos.
Quienes sí utilizaron Twitter para dar su opinión sobre el asesinato del líder talibán fueron algunos de los voceros extraoficiales del Gobierno. El sindicalista Julio Piumatto y el periodista Dante López Forresi fueron los encargados de poner en duda la muerte de Bin Laden y criticar duramente el accionar de Estados Unidos. Dante Forresi escribió textualmente que “la muerte de Bin Laden va a ser menos creíble que las armas de destrucción masiva de Saddam, o que una tapa de Clarín”. No conforme con eso, luego agregó: “Bin Laden fue la excusa que Estados Unidos usó para entrar en Medio Oriente y Chávez lo será para entrar en América del Sur”.
Más allá de no compartir ideología con los Estados Unidos, semejante hecho histórico merece más que un comunicado de diez renglones que diga lo obvio. Todos los ciudadanos argentinos merecemos saber cual es la posición de nuestros representantes. La totalidad de los países serios del mundo le han hecho llegar sus felicitaciones a Barack Obama y hasta los ideológicamente contrarios (como es el caso del Uruguay de Pepe Mujica) han manifestado mediante sus cancilleres el gran paso que el asesinato de Bin Laden significa en la lucha contra el terrorismo.
En la Argentina (al igual que en Venezuela, Bolivia y Cuba)  los funcionarios prefirieron evitar dar su opinión sobre el tema sin usar herramientas (como Twitter) que sí utilizan para otros temas más banales. Es como si hubiese bajado una orden desde la Presidenta de no expresar ningún comentario que pueda llegar a tomarse como apoyo a los estadounidenses.
El único representante del oficialismo que estuvo a la altura de las circunstancias y fue contundente con su pensar resultó ser Daniel Scioli. El gobernador bonaerense declaró que "es un gran paso de cara a la lucha contra estos criminales terroristas que han generado aquel día dramático para el mundo, el 11 de septiembre, una masacre que mereció la condena universal”. Sin olvidarse de los responsables del asesinato, Scioli sentenció: “Dar con Bin Laden, con su paradero, era un objetivo estratégico y considero que Estados Unidos ha dado un gran paso en esta lucha que nos tiene que unir y comprometer a todos”.
¿Era mucho pedir que ese comentario no perteneciera a Scioli sino a la Presidenta de todos los argentinos? ¿Tanto le costaba a Timmerman utilizar su tan querido Twitter para imitar a su par uruguayo y apoyar la lucha contra el terrorismo?
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martes, 3 de mayo de 2011

CON BIN LADEN MUERTO ¿SERÁ POSIBLE UNA CONVIVENCIA PACÍFICA ENTRE ORIENTE Y OCCIDENTE?



REVISTA MAGNA. BUENOS AIRES


Estados Unidos logró asesinar al líder talibán y comienza una nueva etapa en la guerra con el terrorismo. ¿Cómo reaccionará el mundo islámico?
El 20 de septiembre de 2001, en su discurso frente al Congreso, el entoncImagen: despiertaalfuturo.blogspot.comImagen: despiertaalfuturo.blogspot.comes Presidente Gerge W Bush iniciaba la guerra contra el terrorismo bajo el nombre de “Justicia Infinita”. Frases como “El que no está con nosotros está con el terrorismo”, “Encontraremos a Bin Laden; vivo o muerto” o “Será una guerra larga, que seguramente no terminará antes de que abandone la presidencia” demostraban la dureza con la que los Estados Unidos respondería al atentado de uno de los símbolos más representativos de su país como fueron las Torres Gemelas.
Cinco días más tarde y ante las críticas internacionales por el término con el que se bautizó a la guerra, Bush debió cambiar “Justicia Infinita” por “Libertad Duradera”. Pero el cambio sólo fue en el nombre, porque con el correr del tiempo el gobierno estadounidense mostró que estaba dispuesto a actuar con toda su ira contra los representantes del terrorismo.
La caída –y posterior asesinato- de Saddam Hussein pareció apaciguar un poco el ánimo del pueblo estadounidense. Pero si bien había que manifestar el éxito de derrocar a una dictadura de más de cuatro décadas, tanto Bush como sus gobernados sabían que el principal culpable del atentado a las Torres no era Saddam. Flotaba en el aire la sensación de que hasta que el líder talibán no cayera, la guerra se seguiría perdiendo.
Luego de casi diez años de lucha, el ejército norteamericano logró su trofeo más preciado: la muerte de Osama Bin Laden. Más allá de los festejos en la puerta de la Casa Blanca y la notoria alegría que mostraba el rostro de Barack Obama al confirmar el éxito de la operación en la Sala Ovalel asesinato del afgano abre un interrogante crucial: con la muerte de Bin Laden, ¿se termina el terrorismo? ¿Dejará de funcionar la red Al Qaeda sin su fundador?
En los próximos días aparecerán millones de alternativas a esas preguntas. Muchas de ellas estarán influenciadas por el rechazo internacional que provoca la mayor potencia mundial; otras se reducirán a lo que sucederá en el corto plazo. Intentaremos, desde aquí, entender con la mayor precisión posible unos de los hechos históricos que –muy probablemente- marcará el rumbo del siglo XXI.
Un triunfo incuestionable
Haciendo a un lado las simpatías o empatías políticas o ideológicas que provoca Estados Unidos, debe aseverarse que el asesinato de Osama Bin Laden es un claro triunfo para Norteamérica. Cuando Bin Laden se adjudicó ser el máximo responsable del atentado del 11-S desafió públicamente a Estados Unidos; fue como decirle “Fui yo, vengan a buscarme”. Dejando en claro esto, hay dos posibles situaciones que se pueden dar a partir de aquí.
Hoshi Mubarak declaró hace unos años que “en el momento que Estados Unidos asesine a Bin Laden, al mismo tiempo dará nacimiento a 100 Bin Ladens más”. Sin dudas, es la alternativa que más temor nos provoca a todos. El ex Presidente egipcio (como todos los entendidos en el fundamentalismo islámico) sabe que una de las pasiones que más mueve a los talibanes es la venganza.
Cuesta creer que los seguidores de Osama se queden de brazos cruzados ante el asesinato de su máximo líder. No se trata aquí de algún atentado menor que pueda tener lugar en los próximos días como signo de supervivencia del Islam. La venganza que cultivan los talibanes es un arma que requiere –primordialmente- de paciencia; pueden pasar meses, años y hasta generaciones enteras hasta que concreten su ansiada venganza. De hecho, el propio atentado a las Torres Gemelas fue definido por Al Qaeda como una respuesta a los “excesos” provocados por los yankees 14 años antes en Oriente Medio.
Para los que se inclinan por la veracidad de esta posibilidad, el asesinato de Bin Laden solo será un capítulo más de una guerra interminable. Sólo se podría llegar al fin de un conflicto bélico con la erradicación total de alguna de las dos culturas; algo que a esta altura es totalmente imposible por la magnitud que estas adquirieron.
La convivencia como única alternativa
El otro camino que la desaparición de Osama puede abrir es el inicio de una convivencia forzada con la condición excluyente del predominio de Estados Unidos. La historia nos enseña que absolutamente todo movimiento debe poseer un líder; y que mientras mayor sea su liderazgo mejor será el porvenir de ese espacio.
El inicio del siglo XXI marcó el nacimiento de unos de los líderes más emblemáticos capaces de enfrentar a la mayor potencia mundial. Eso que en aquellos tiempos era un rasgo positivo para los talibanes, hoy se transforma en la mayor preocupación del fundamentalismo islámico. El razonamiento lógico y coherente sería: “Si Estados Unidos pudo con nuestro mejor líder (Osama), por qué no va a poder con el que lo suceda”.
No debe puntualizarse el accionar de los norteamericanos solamente en la muerte de Bin Laden. Rápidamente, podemos recordar que desde el 11-S, Estados Unidos logró invadir Afganistán, Pakistán, derrocar a Hussein en Irak y logró controlar de manera relativa a todo Oriente MedioMahmud Ahmadineyad en Iránparece ser el único dolor de cabeza serio para los yankees.
Hay una frase en el discurso de Obama que sintetiza el espíritu estadounidense en la guerra contra el terrorismo:“Volvemos a recordar que Estados Unidos puede hacer todo lo que se proponga”. Para muchos se trató de una desafortunada frase que indica la soberbia y prepotencia del país del norte. Sin embargo, si se tiene en cuenta que inmediatamente el Presidente norteamericano aclaró rotundamente que “no estamos en guerra con el Islam”, puede leerse a la misma como un condicionamiento para la convivencia.
Lo que Occidente pretende hacerle entender al fundamentalismo islámico es lo que reza la famosa frase: “La libertad de uno termina donde comienza la del otro”. Por más injusto que nos parezca el sistema capitalista o la cultura que predomina del otro lado del océano, deben respetarse ciertas normas básicas que hacen a la convivencia mínima que todas las culturas deben poseer. No será admisible, para los Estados Unidos, que se eduque a los niños con la premisa de “matarse provocando la mayor cantidad de víctimas occidentales para llegar al paraíso” como sucede en los territorios islámicos.
El asesinato de Bin Laden es un hecho histórico que atañe a todo el planeta. Tanto Occidente como Oriente deberán aprehender de lo sucedido porque como dijo Martin Luther King: “Hemos aprendido a volar como los pájaros, a nadar como los peces; pero todavía no hemos aprendido el sencillo arte de vivir como hermanos”.
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