martes, 3 de julio de 2012

EL ENEMIGO, UN ELEMENTO VITAL E IMPRESCINDIBLE EN EL MODELO KIRCHNERISTA

REVISTA MAGNA
BUENOS AIRES


Desde sus comienzos, Néstor y Cristina necesitaron de un “enemigo” para focalizar todos los males de la Argentina. Hoy es el turno de Hugo Moyano.
En los últimos años, los argentinos nos hemos acostumbrado a que la política sea sinónimo de “enfrentamientos” y “conflictos”. La llegada de los Kirchner al poder ha intensificado ese proceso. Hoy, la política argentina se concibe como una lucha de intereses donde la pelea entre dos figuras es un elemento imprescindible. Moyano versus Cristina parece ser la batalla de turno, pero –en realidad- no es más que un capítulo más de la novela kirchnerista, donde la presencia de un enemigo no hace más que enaltecer al líder “K”.
Desde sus comienzos en la escena política nacional, Néstor y Cristina eligieron convivir con un enemigo que les sirvió para estigmatizar todos los males del país. En la primera campaña presidencial, fue Carlos Menem quien padeció la incipiente furia “K”. En ese momento, el trabajo de Néstor no fue majestuoso ni sorprendente: el riojano venía siendo bastardeado por la mayoría de los argentinos; el entonces Gobernador santacruceño sólo debió fortificar dichos ataques.El enfrentamiento del Gobierno con Moyano, el tema de los últimos días. Imagen: delalsurinforma.comEl enfrentamiento del Gobierno con Moyano, el tema de los últimos días. Imagen: delalsurinforma.com
Una vez asumido, la figura del ex Presidente Menem desapareció rápidamente del escenario político y Kirchner se vio obligado a apresurar el rompimiento con Duhalde, quien le había posibilitado sentarse en el sillón de Rivadavia. El blanco elegido fue Daniel Scioli, el delfín que había puesto Duhalde para “controlar” al pingüino. Observando que la cintura política -del entonces Vicepresidente- para esquivar las críticas internas era bastante buena, Néstor no se anduvo con chiquitaje y apuntó directamente a Duhalde. En las elecciones legislativas del 2005, Néstor puso a Cristina como candidata a Senadora por la Provincia de Buenos Aires y aniquiló a ‘Chiche’ Duhalde: “mafioso” y “narco” fueron algunos de los calificativos que Duhalde debió soportar de los “ultra K”.
El mandato de Kirchner llegó a su fin y las figuras de Menem y Duhalde habían quedado en el pasado. Era hora de elegir a un nuevo “enemigo”. Fue entonces el turno de Lilita Carrió. La fundadora del ARI no sólo compartió sesiones con Cristina: en sus tiempos de legisladoras, fueron muchas las denuncias y coincidencias ideológicas que unieron a Lilita y Cristina.
Pero la maquinaria “K” se olvidó velozmente de ello y comenzó a martillar sobre la imagen de la candidata del Frente Cívico. La ventaja conseguida por el kirchnerismo en las elecciones presidenciales avistó que –paradójicamente- Carrió no era una “rival de peso”. El conflicto del campo arrojó un nuevo blanco para masacrar: el “traidor” Julio Cleto Cobos.
Pero el Vice de Cristina no fue el único enemigo con el que tuvo que lidiar el oficialismo desde el conflicto con el campo. El Grupo Clarín y Mauricio Macri son, desde entonces, los culpables de todos los males que sacuden a la Argentina. El organigrama de Cristina indica que en la Argentina está todo bien y no hay ninguna falencia; todos los problemas que viven los argentinos a diario, no son más que puros inventos del CEO Héctor Magnetto. Aunque parezca cuasi infantil, este es el panorama que pintan muchos funcionarios oficialistas.
La hora de Moyano (y Scioli)
La muerte de Néstor provocó una alteración “formal” en el plan de poder hegemónico kirchnerista. Más allá de perder al cerebro y padre del Modelo Nacional y Popular, el kirchnerismo perdió la manera más simple de burlar la Constitución Nacional. Nuestra carta magna prohíbe más de una reelección de una persona como Presidente. El propósito de ese límite es cambiar el “equipo de Gobierno” cada ocho años. Alternando el poder con su esposa, Néstor se propuso burlar el límite que marca la Constitución; propósito que tuvo éxito, ya que los argentinos tenemos desde hace 9 años (y tendremos –de no suceder un imprevisto mayor- por tres años más) el mismo espacio al mando del Poder Ejecutivo.
La idea de Néstor era presentarse él en el 2011, darle un descanso a Cristina para que retorne en el 2015 y así repetir sucesivamente el andamiaje para perpetuarse en el poder. Como dijimos anteriormente, el fallecimiento de Néstor impide que se lleve a cabo este plan. Consecuentemente, aparece la gran incertidumbre de saber quién será el elegido por Cristina para sucederla en el 2015 (siempre siguiendo la voluntad de Néstor de no reformar la Constitución).
En este simple razonamiento, se encuentra la explicación al enfrentamiento del Gobierno con Moyano, con Scioli y con todo aquel que pueda manifestarse como posible candidato.Cristina no confía en nadie para delegar el mando. Existe un temor irrefutable en el seno íntimo del kirchnerismo: correr el riesgo de sufrir en carne propia lo que ellos mismos le hicieron a Duhalde.
En el caso particular de Hugo Moyano, Cristina y compañía están sufriendo el síndrome de Frankenstein: fue el kirchnerismo quien edificó en Moyano al gremialista con más poder desde Miguel Lorenzo. Desde el 2002, en la Argentina creció un 56% el volumen de la industria transportada en camiones. A su vez, Moyano controla 16 ramas del transporte. Solo así, se entiende que una sola persona tenga el poder para “parar” al país en menos de 48 hs (como sucedió el viernes anterior al paro del miércoles).
Aunque reconocen esta atmósfera, no existen mayores arrepentimientos en el triunvirato “K” (Cristina-Máximo-Zaninni): Hugo puso la cara por el Gobierno en el peor momento de Cristina; fueron los “muchachos” de Moyano los que se encargaron de “liberar” las rutas cuando el campo (con De Angelis a la cabeza) fomentaban el desabastecimiento como método de reclamo.
Por ese motivo, en el oficialismo no se habla de “traición” y sí de “abandono” cuando se refieren al gremialista. “Los K tenemos códigos”, suele escucharse en los pasillos de la Rosada. Sin embargo, el hecho de no acusar a Hugo de algo que no fue (traidor) no significa que se reduzca el nivel de agresión hacia su persona. La piedad no es una de las virtudes de Cristina y Moyano sufrirá esa circunstancia en los próximos días, meses y años.
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HABEMUS OPOSICIÓN!!!

REVISTA MAGNA
BUENOS AIRES


Para los anti “K”, la “ausencia de oposición” se convirtió en el elemento fundamental para explicar las victorias del kirchnerismo. Moyano y Scioli pusieron fin a ese escenario.

Antes de asumir su mandato, el ex Presidente Néstor Kirchner declaró en una entrevista a Clarín: “Sólo le temo a Moyano y a Magnetto”. Cuando asumió, el pingüino supo hacer migas con ambos. Durante dos años, todo fue color de rosa para Kirchner. En una misteriosa cena con el CEO de Clarín en el 2005, Néstor pensó que tenía el poder Moyano sabe que en el Gobernador de Buenos Aires tiene un aliado vital para su objetivo. Imagen: http://tallerlaotra.blogspot.com.arMoyano sabe que en el Gobernador de Buenos Aires tiene un aliado vital para su objetivo. Imagen: http://tallerlaotra.blogspot.com.arsuficiente para romper con Magnetto; sin embargo, nunca osó enfrentarse al líder de los camioneros. “No me gusta hablar con Moyano, pero tengo que hacerlo”, solía repetir el entonces Presidente entre sus íntimos.
Cristina ejecuta la metodología “K” poniendo en práctica una diferencia radical con su marido. Si bien a ella tampoco “le gusta hablar con Moyano”, siente que no tiene la obligación de hacerlo. El enfrentamiento de Cristina con Hugo Moyano no es sindical, es político. No se discute una suba salarial del 30%, se debate una paradoja ideológica dentro del peronismo que –hasta ahora- ni siquiera la historia pudo dilucidar.
El jefe de la CGT quiere eliminar el impuesto a las ganancias a los camioneros solteros que ganan 5.000 pesos. Para Moyano, no importa el valor del sueldo que tengan sus dirigidos (envidiado por muchos otros rubros); ellos siempre serán los “pobres trabajadores” y no es correcto hacerles pagar un impuesto a la “ganancia”. Esos impuestos son para los “ricos”, para los empresarios o campesinos que no “sudan la gota gorda”. “Perón no se las agarraba con los trabajadores”, disparan los moyanistas.
El reclamo de Moyano esconde una gran dicotomía ideológica entre el cristinismo y el peronismo. Según el líder de los camioneros, para los “K” los trabajadores son una excusa que les sirvió para ganar terreno en la construcción de su espacio político, son parte importante del Gobierno, pero no son “El Gobierno”; para Perón –en cambio- los trabajadores eran la esencia del Gobierno. En otras palabras, Moyano cree que “a Cristina los trabajadores le sirvieron para enfrentar al campo en el 2009 cuando la cosa estaba dura, pero ahora que todo está ‘relativamente’ bien los tiene olvidados”.
La óptica de Moyano
En el creciente enfrentamiento con el Gobierno Nacional, Hugo Moyano tiene dos objetivos claros. En primer lugar, el camionero desea instaurar un espacio político alternativo al kirchnerismo dentro del peronismo. Consecuentemente, sabe que eso será imposible si no cumple su segunda meta: conservar la jefatura de la Confederación General del Trabajo (CGT) y demostrar su liderazgo entre los trabajadores.
Para mantenerse al frente de la CGT, Moyano cuenta con una importante ayuda de la realidad económica que está viviendo la Argentina: el trabajador de clase media (aquel que Moyano necesita conquistar para confirmar su liderazgo), que comienza a preocuparse por el costo de vida y por su estabilidad laboral.
En cuanto a la creación de un espacio propio dentro del Partido Justicialista, la tarea de Moyano será más difícil. Desde sus inicios, el kirchnerismo demostró que la pluralidad de poderes no es algo que pregonen. Sus métodos de aniquilamiento contra los “desertores” serán recordados como los más feroces de la historia argentina (dentro de los procesos democráticos, claro).
Sin embargo, no está solo en esa rutilante misión. Moyano sabe que en el Gobernador de Buenos Aires tiene un aliado vital para su objetivo. Las reuniones que mantuvo Daniel Scioli con Roberto Lavagna y Hugo Moyano confirman que el kirchnersimo y el sciolismo no son compatibles.
El gremialista es consciente de que su déficit más grande es la escasa popularidad que ostenta: como todo sindicalista, le resulta difícil plasmar en la sociedad todo el enorme poder que mantiene es su Gremio. Por el contrario, Scioli goza de una popularidad altísima, pero carece de influencia neta sobre los sectores de poder que conforman el aparato necesario para ganar una elección. Hugo y Daniel parecen complementarse. Lo que no tiene uno, le sobra al otro y viceversa.
El cristinismo reconoció a Scioli como opositor
Desde este espacio venimos sosteniendo –hace tiempo- que Daniel Scioli tiene los días contados dentro del kirchnerismo. Los hechos y la realidad marcan que así será. Pero –hasta ahora- ninguno de los dos sectores había dado una muestra clara y concreta del distanciamiento. Sobraban gestos provocativos de ambas partes, pero nunca se habían enfrentado directamente: le dejaban esa tarea a la prensa.
El pasado jueves, fue el cristinismo quien decidió tirar la primera piedra y declarar a Daniel Scioli como un referente opositor. Es un secreto a voces que el programa televisivo 6,7,8 (Canal 7) cumple la función de operar como medio que marca la agenda política del oficialismo. Sólo los oficialistas ultra “K” ocupan esos asientos y demarcan el terreno político.
Narrando su versión sobre el paro decretado por Hugo Moyano, el programa tituló la nota “La operación de Moyano, Clarín, Barrionuevo ¿y Scioli?”. Es clara la variable que asemeja a los primeros tres elementos: todos son reconocidos –por el propio Gobierno- como enemigos del kirchnerismo. Ahora bien, ¿Qué intentó expresar el cristinismo con la inclusión del nombre del Gobernador de Buenos Aires entre los enemigos?
Cierto es que Scioli le dio sobradas pruebas al Gobierno nacional sobre su “incumbencia” en la revuelta de Moyano, pero también es verdad que Scioli nunca reconoció públicamente estar en contra de alguna medida del Gobierno. La posición de Daniel Scioli es clara: “No hay dudas de que en el 2015 los enfrentaré, pero no voy a ser yo quien abandone el kirchnerismo, quedando como un traidor (como Cobos)”. Con lo puesto: ¿Cayó Cristina en la trampa de Scioli? ¿Logrará el mandatario bonaerense despegarse del kirchnerismo sin quedar como un traidor? Para ser presidente, Scioli sabe que necesita de muchos votos de ese 54% que eligió a Cristina el año pasado.
Desde el arribo de Néstor al poder, los anti “K” justificaron los reiterados éxitos electorales y gubernamentales del kirchnerismo en la “ausencia de oposición”. Desde ahora, ya no podrán escudarse en ese factor. El 2012 será recordado como el año en el que apareció la oposición política al Gobierno de Cristina. ¿Podrá el oficialismo superar eso?
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