Fecha: Marzo de 2011
Revista Magna
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Lo sucedido con Horacio González (Biblioteca Nacional) y Diana Conti puso al descubierto un rotundo cambio en el actuar del oficialismo.
Seguramente la primera década del siglo XXI quedará marcada en la historia Argentina como el período en el que nació una corriente política nueva en el país: el Kirchnerismo. Más allá de coincidir o no con esta ideología, ni los más fanáticos anti K podrán negar que Néstor Kirchner supo crear un pensamiento y una modalidad única de sentir la política que lo convirtió en el protagonista principal del primer decenio del siglo.
A menos de un año de la muerte del líder nato de este espacio, la Presidenta ha comenzado a sufrir
Imagen: vmnoticias.com.ar la ausencia de liderazgo que –inevitablemente- el fallecimiento iba a provocar. En los últimos días se viene escuchando en reiteradas ocasiones la frase “más cristinistas que Cristina”.Horacio González (presidente de la Biblioteca Nacional ) y Diana Conti (Diputada por el Frente Para la Victoria ) fueron víctimas de lo que generalmente se llama “kamikazes funcionales”.
Intentando anticipar la conducta de la Presidenta (líder por herencia del kirchnerismo), tanto González como Conti quisieron “sumar puntos” actuando de la manera que ellos pensaron que su corriente política lo requería. Tan grande como visceral habrá sido la sorpresa que se llevaron al conocer la actitud que Cristina tomó ante sus actos. A propios y extraños asombró que ambos hayan sido frenados y hasta retados por el entorno más íntimo de la Presidenta y hasta por Cristina misma.
Para los desprevenidos, explicaremos brevemente lo sucedido. El flamante premio Nóbel de literatura Mario Vargas Llosa fue invitado a la apertura de la Feria del Libro a realizarse en el mes de abril. Es conocida la postura crítica que el escritor peruano sostiene sobre el kirchnerismo; en más de una ocasión se lo ha escuchado a Vargas Llosas comparar al Gobierno argentino con las peores tiranías y explicitar que de seguir en este camino, los argentinos nos encaminaremos a ser el peor exponente de América del Sur.
Fue inmediata la reacción del presidente de la Biblioteca Nacional , quien se creyó con la autoridad suficiente para -no sólo- manifestarse en contra de la invitación, sino intervenir activamente buscando que el peruano no venga al país. Desde la óptica kirchnerista, parecía coherente el actuar de González: identificó al escritor como un exponente opositor que podía poner en peligro el “paraíso terrenal” del kirchnerismo y no dudó en confrontarlo públicamente para impedir su visita.
Una mirada más racional y diplomática indica que un personaje con la reputación de Vargas Llosa (reciente ganador del premio Nóbel de literatura) merece un respeto y hospitalidad que –obviamente- no incluye los malos tratos proporcionados por la máxima autoridad de la Biblioteca Nacional. Sorprendentemente, la Presidenta se inclinó por esta segunda postura y aplicó un significante llamado de atención sobre González.
Más paradigmático aún resultó el caso de la Diputada Diana Conti. Aprovechando el clima que proporciona el año electoral que corre, Conti instauró en la escena política la idea de reformar la Constitución Nacional para que Cristina pueda renovar su mandato presidencial las veces que quiera. Quienes conocen al ex Presidente Néstor Kirchner saben que este es un anhelo que mantiene desde la primer hora y que –probablemente- quedará como una de las materias pendientes en su vida.
Sin embargo, es cierto que ante un panorama relativamente tranquilo en cuanto a números (por ahora todas las encuestas dan ganadora a Cristina en octubre), la paciencia y racionalidad política recomiendan no inmiscuirse en un remolino político que puede provocar una reforma constitucional. Para asombro de muchos, Cristina volvió a escoger la segunda opción poniendo al descubierto y en ridículo a la Diputada en pleno discurso de apertura de sesiones en el Parlamento.
Ante estos dos hechos, es inevitable remarcar la ausencia de la esencia K. No se trata aquí de juzgar positiva o negativamente al kirchnerismo o las recientes reacciones de Cristina, sino de resaltar las evidentes diferencias en el método de la conducta aplicada por los diferentes líderes.
Modelos parecidos pero diferentes
Cuando se le preguntaba a Néstor por una definición de su espacio, apelaba a la militancia por sobre todas las cosas. Privilegiaba la pasión sobre la razón, la espontaneidad sobre la planificación, la confrontación sobre la pacificación y la euforia sobre la tranquilidad. Sobran hechos para plasmar en actos lo anterior: parecía imposible defender la violenta entrada de Luis D’Elia a plaza de Mayo repartiendo “sopapos” para desplazar a los defensores de De Angelis y compañía en plena crisis con el campo. Fue entonces cuando la inmediatez y la pasión K se hicieron presentes y todos los integrantes del gabinete (con Aníbal Fernández a la cabeza) salieron a defender al piquetero de un linchamiento mediático.
Cómo olvidar la aparición de Guillermo Moreno descamisado y con bombo en mano en pleno acto político de Cristina en Plaza de Mayo. La euforia de Moreno se asemejaba más a la de un barrabrava o piquetero que a la de un Secretario de Comercio, pero la militancia es palabra santa en el kirchnerismo. Se pueden agregar a estos hechos los rumores acerca del revolver sobre el escritorio en las reuniones de Moreno, el pasado montonero de Taiana y Garré, las conductas cuasi mafiosas de Moyano en la crisis con el campo cortando todo tipo de transporte, etc.
El paso del tiempo se siente y los meses sin Néstor hicieron que estas particulares manifestaciones cesaran gradualmente en el método kirchnerista. Los militantes K de pura cepa parecen sentir la ausencia del amparo del líder que les respaldaba esas “locas actitudes”. Allegados a González y a Conti tienen la certeza de que con Néstor vivo, las repercusiones de sus manifestaciones hubiesen sido totalmente diferentes.
Es más que complicado y hasta inoportuno aventurar si el kircherismo actúa mejor con su líder vivo o muerto, pero sí puede afirmarse que la esencia del movimiento ha cambiado sustancialmente. La pasión, la euforia, la espontaneidad y la confrontación parecen haber quedado atrás; para Cristina hoy es más conveniente moverse por caminos racionales, tranquilos y hasta pacíficos.
Para los amantes de la política el cambio que la Presidenta le está aplicando a la esencia del kirchnerismo resulta imperdonable. En defensa de Cristina, hay que decir que mientras todas las encuestas le sonrían, el cambio resulta entendible.
Lo cierto es que estamos en condiciones de corregir esa frase que se viene repitiendo tanto: no se trata de militantes “más cristinistas que Cristina” sino de militantes “más KIRCHNERISTAS que Cristina”. El análisis de qué sucederá cuando dicha corrección quede al descubierto merece un párrafo aparte. Será tarea de Cristina intentar que no suceda antes de octubre.