Tweet
REVISTA MAGNA. BUENOS AIRES
REVISTA MAGNA. BUENOS AIRES
En el 2003, el kirchnerismo arribó al poder nacional defenestrando la corrupción del menemismo. La absolución de Menem y el caso Schoklender podrían confirmar que el kirchnerismo también tiene una etapa corrupta.
Allá por fines de abril del 2003, luego de que la primera vuelta de las elecciones presidenciales resolvieran que Carlos Menem y Néstor Kirchner debían definir en el ballotage del 18 de mayo quien sería el próximo presidente, el kirchnerismo comenzó a instalar en nuestra sociedad la idea de que la crisis por la que estábamos atravesando se debía –principalmente- al enorme grado de corrupción que el menemismo había ejecutado durante su gobierno en la década del noventa.
Finalmente Menem no se presentó al ballotage para no sufrir una derrota aplastante y Néstor Kircher aterrizó en el sillón de Rivadavia. Desde su asunción -y durante todo el primer mandato- el
Imagen: web1.taringa.net kirchnerismo logró sacar a la Argentina de la crisis económica que nos sacudía. Pero para la mayoría de los analistas políticos, el mérito más resonante del kirchnerismo fue rescatarnos de la profunda crisis institucional que todos los argentinos padecíamos. La crisis de fines de 2001 agotó la paciencia de los argentinos y lo único que se deseaba era que “se vayan todos”.
¿Cómo consiguió Néstor renovar la confianza de los argentinos en las instituciones? Interminables son las tesis que pueden atinar a contestar éste interrogante, pero existe una que aventaja a las demás: Kirchner profundizó esa idea instalada en la campaña y nos convenció a todos los argentinos que el culpable de todos nuestros males era la corrupción menemista.
A partir de aquí, podemos comprender la gravedad institucional que la absolución de Menem (y todos los implicados en la causa ‘venta ilegal de armas’) implica en nuestro sistema democrático.
¿Menem kirchnerista o Cristina menemista?
Nadie duda de la complicidad del Gobierno Nacional en la absolución del ex presidente en la causa de las armas. La incertidumbre que –por ahora- nadie podrá develar y que –seguramente- sólo el tiempo nos revelará es el porqué Cristina intercedió en la justicia y no dejó que Menem afronte las consecuencias de los hechos corruptos que el propio kirchnerismo se cansó de denunciar durante años. La única explicación lógica que se encuentra es que el ex presidente “vendió” su adhesión al gobierno para los próximos cuatro años; pero resulta insuficiente creer que el kirchnerismo pague semejante costo político por tan sólo un voto en el Senado (ya Menem no representa un “espacio” con varios seguidores).
Lo que sí podemos dilucidar o explicar es por qué Menem necesitó bajar la cabeza, comerse todas las duras críticas que había lanzado hacia el matrimonio “K”, y autoproclamarse seguidor de Cristina para no poner en riesgo su libertad.
Es evidente que el caudal de poder político que alguna vez Carlos Menem ostentó, hoy se encuentra reducido a recoger las migajas de esos puestos o lugares que los verdaderos líderes se niegan a luchar. Cuando finalizó su segundo mandato presidencial en el 99 (la Constitución le prohibió una re-reelección) y un periodista le preguntó si tenía en sus planes candidatearse para ser gobernador de Buenos Aires o de su querida La Rioja, Menem contestó: “El que fue Papa no quiere volver a ser obispo”.
Hoy, Menem es candidato a Senador Nacional por la provincia de La Rioja; en las internas del 14 de agosto quedó en el segundo lugar (detrás de la “cristinista” Tere Luna) pero aún conservando esa posición el próximo 23 de octubre, logrará mantener su banca en el Senado (entraría por la minoría).
Vale agregar que la reciente absolución de Menem le permite mantener esa candidatura; otra determinación de la justicia hubiese suspendido inmediatamente la postulación del ex presidente. Si bien para el kirchnerismo la banca de Menem representa tan sólo un voto positivo más para futuras leyes que el oficialismo impulse; para el riojano la banca constituye un elemento fundamental en su vida política (y privada). Para una persona que ya supera los 80 años y posee visibles problemas de salud; ¿Qué ambiciones puede tener para aspirar a un lugar en el Senado? Claro está que no estamos frente a un personaje que pretende utilizar su banca como punto de partida de una carrera política. Con todo el respeto que el ex presidente se merece, se trata de un político que atraviesa el peor momento de su carrera política.
La intención de Menem de mantenerse en el Senado obedece –claramente- a proteger los fueros que un legislador nacional posee. Hay causas en contra de Menem, pero que no le son ejecutables por sus fueros de senador. Si en octubre Menem no consigue renovar su banca, dichas causas se sucederían de forma catastrófica para el ex presidente.
Analizado desde esta perspectiva, nos situamos frente a un pacto-acuerdo que favorece de manera significativa a una de las partes. Foucault definía a la corrupción “como el acuerdo o pacto donde las partes no se benefician por igual”. “Existe corrupción –agrega Foucault- cuando un hecho o alianza resulta difícil de explicar desde la coherencia o lógica”.
Por sus ideologías visiblemente antagónicas, el pacto Menem-Cristina resulta, al menos, un hecho más que difícil de explicar; y por lo tanto –según Foucault- un hecho calificable como corrupto.
Aníbal se autoacusó de fascista
Otro elemento que puso en duda la integridad y la honestidad del Gobierno Nacional es el caso Schoklender. Las acusaciones del ex apoderado legal de las Madres de Plaza de Mayo dejan al kirchnerismo frente a una encrucijada con dos finales totalmente negativos: inoperancia o corrupción.
Hay una variable inapelable y excluyente: Schoklender puede estar mintiendo o diciendo la verdad. Si las denuncias de Schoklender son falsas, nos enfrentamos a la inoperancia o inutilidad del Gobierno de no poder frenar a un ex integrante de su equipo. Quienes conocen a la perfección la metodología del kirchnerismo ven poco probable esta hipótesis; “Si hay algo que han demostrado los K es su habilidad para manejar a sus soldados cuando se les revelan”, sostienen.
Si por el contrario, las acusaciones de Schoklender son ciertas, enfrentamos un nuevo –y grave- acto de corrupción del kirchnerismo. Lo que denota mayor gravedad es que la incapacidad para explicar los exagerados fondos para la construcción de viviendas ya no preocupa tanto, sino que asusta que una persona afirme que las cuentas de Hebe de Bonafini son una caja negra para financiar campañas oficialistas (la suma que anda dando vueltas es de 1200 millones de pesos).
Con la intención de mantener el blindaje de Cristina, fueron Julio De Vido y Aníbal Fernández los que salieron a descalificar a Schoklender. El jefe de Gabinete manifestó Jque “sólo un loco puede hacer caso a las acusaciones de Schoklender (en referencia al pasado parricida de Sergio)”. Haciendo un flashback al año 2009 cuando Sergio Schoklender era el niño mimado de Hebe y del propio matrimonio K, observamos como el mismo Aníbal descalificaba a la oposición y a algunos periodistas cuando se animaban a ‘juzgar’ el pasado dudoso de Schoklender (que ahora el propio Gobierno saca a relucir). El entonces ministro de justicia trataba a éste sector de discriminadores, golpistas y “fachos” por juzgar a una persona sólo por el pasado.
Las contradicciones de Aníbal Fernández y –hasta- la relación amor-odio de Menem y el kircherismo pasarán y serán sólo anécdotas luego de octubre; pero habrá que ver si la historia juzga al actual como a un gobierno corrupto.