REVISTA MAGNA. BUENOS AIRES
Luego del 23 de octubre, Cristina rozará la omnipresencia. Pero, ¿que pasará con ese 45% de argentinos que no la respaldará? ¿Seremos un país totalitarista?
El teórico social Michel Foucault resalta en uno de sus libros más paradigmáticos (La arqueología del saber) que “cualquiera gobierna para sus seguidores, el desafío real de una fuerza política es gobernar para sus opositores”. Vaya si conocerá el seno más intenso del kirchnerismo el verdadero rigor del significado de la frase del filósofo francés. Durante ocho años, la crítica más reiterada que recibió el Gobierno Nacional fue el accionar puramente unidireccional que tuvieron sus políticas.
De izq. a der.: Alfonsín, Duhalde, Binner y Rodríguez Saá. Imagen: argenlibre.blogspot.comA partir del 23 de octubre –cuando se confirme en las urnas lo que dicen todas las encuestadoras serias de nuestro país-, Cristina consolidará un enorme caudal de poder que, seguramente, confundirá a más de uno de aquellos ultra “K” que comúnmente se conocen como más papistas que el papa.
Le guste o no a los anti “K” o al Multimedio Clarín, la Presidenta contará con el respaldo popular de más de la mitad del país. Habrá un 50% (quizás algunos puntitos más) de argentinos que tendrán el Gobierno que desean. Pero esta realidad no oculta otra más importante aún: existirá un gran porcentaje de ciudadanos que deberán soportar a una Presidenta a la que –por diversos motivos- no los conforma.
Según la mayoría de las consultoras, Cristina merodeará el 55% de los votos. Surge -entonces- un interrogante: ¿Qué pasará con el 45% de argentinos restante? En primera medida, vale aclarar una premisa fundamental; que la oposición no esté bien representada (o simplemente representada) no significa que no exista.
El próximo 23 de octubre, millones de argentinos se repartirán entre las filas de Alfonsín, Duhalde, Binner, Rodríguez Saá, etc. con una sola consigna: oponerse a la Presidenta y mostrar su disconformidad con el sentir de la política “K”. Será entonces cuando Cristina y su círculo más íntimo (la tríada de la que hablamos unas semanas atrás) deban pensar y repensar la sabia frase de Foucault.
El peor método: naufragar en el vacío
Muchos déficit se les podrán recriminar al oficialismo nacional de cara a su tercer mandato consecutivo, pero es poco serio arraigarles la falta de oposición. Se ha escuchado en más de un medio de comunicación que la inutilidad que han demostrado los frentes opositores es responsabilidad excluyente de los espurios manejos y métodos que utiliza el kirchnerismo para denostar a quienes no siguen su camino. Lejos estamos de afirmar que el kirchnersimo se destaca por su transparencia y juego limpio a la hora de actuar en política, pero debe dejarse bien claro que los únicos responsables de la ausencia de oposición son los líderes opositores.
Es una falacia afirmar que no hay oposición (como dijimos más arriba, hay un 45% que no elegirá a la Presidenta), pero no es descabellado augurar que no hay líderes opositores. Pongámonos por un instante en la piel del ciudadano que lo único que sabe es que no adhiere al kirchnerismo. De cara a las próximas elecciones tiene las siguientes opciones:
- Eduardo Duhalde. Un representante de la vieja política que pertenece a las mismas raíces (peronismo) de Cristina; es más, fue gracias a él que el matrimonio “K” pudo acceder al Sillón de Rivadavia. Asumiendo que el elector le perdone ese ‘detalle’ al cabezón, se enfrenta a un candidato que creó el Peronismo Federal como alternativa, pero no fue capaz de retener en su espacio a otros líderes del justicialismo que también se enfrentan al kichnerismo (De Narváez, los Rodríguez Saá, Reuteman y el ex opositor Felipe Solá). Como si no fuese suficiente, el ex Presidente fue incapaz de “dialogar” con el resto de la oposición para llegar a un acuerdo y crear un frente anti “K”.
- Ricardo Alfonsín. “Ricardito tiene una sólo virtud: ser el hijo del ex presidente” es la definición del candidato radical que se escucha en los pasillos de la Rosada. Se presume que los votos que logró Alfonsín el pasado 14 de agosto son aporte exclusivo del partido. La UCR cuenta con una estructura armada digna de un partido tradicional, pero carece de militantes; y la figura de Alfonsín no ha sabido generarlos. Aportando “lastres” a su campaña, ‘Ricardito’ no sabe como sostener el pacto que logró con De Narváez (en su momento le costó el apoyo del socialismo santafesino) en Buenos Aires. Como consecuencia, tenemos a un candidato portador de apellido que pudo haber tenido el respaldo de Binner y de De Narváez y hoy no posee nada.
- Hermes Binner. El gobernador santafesino suele ser definido –por los propios kirchneristas- como el “tuerto”. Dicho apodo viene del viejo refrán “en el país de los ciegos el tuerto es rey”. Sucede que en el oscuro panorama que sacude a la oposición, Binner es el único que tiene motivos (por mínimos que sean) para festejar. Si nos remontamos a fines de junio, observaremos que la candidatura del socialista era una segunda opción. El partido consideraba como primera alternativa respaldar a Alfonsín y seguir fortaleciéndose en Santa Fe. Finalmente, la pésima decisión del radical de aliarse con De Narváez posibilitó la candidatura de Binner. De cara al futuro, se presenta una luz de esperanza para el socialista; si sólo nos ocupamos del presente, observamos que hay varias casualidades que convierten en “poco seria” la candidatura del rosarino.
- Alberto Rodríguez Saá. En el puntano encontramos a un político que obtuvo más de lo que esperaba y que aspira a subir uno o dos puntitos más en octubre. Sólo a eso se reducen las buenas noticias. Desde la perspectiva contraria encontramos infinidades de dudas que abordan su candidatura. Primeramente, hay que adjudicarles las mismas que a Duhalde (pertenencia al peronismo y falta de capacidad para triunfar en el Peronismo Federal). Luego, la sensación de que cada vez les resulta (a él y a su hermano) más difícil traspasar las fronteras de San Luís es cada vez más plausible.
Totalitaria sí, Autoritaria no
Generalmente, cuando alguien quiere ofender a determinada figura política suele confundir el mote de totalitarismo con el de autoritarismo. Para comprender de base dicha diferencia compararemos los regimenes dela Alemania Nazi de Hitler con el actual régimen venezolano de Hugo Chávez. Los dos tienen como meta principal imponer su propia forma de pensamiento en la totalidad del territorio donde ejercen (o ejercieron) su poder.
La diferencia radica en los métodos utilizados. Mientras Hitler no dudó en utilizar la violencia para imponer sus políticas (autoritarismo), Chávez cree en una especie de cambio cultural para lograr su revolución. El venezolano respeta las pautas básicas que dicta su democracia y menoscaba las instituciones para lograr su cometido (totalitarismo). En otras palabras; el primero no temió que lo acusen de antidemocrático o déspota, el segundo (a pesar de las críticas constantes a sus métodos) se mantiene en el carril de la democracia.
Claro está que en la Argentina, el kirchnerismo persigue la metodología totalitaria de Chavez. La agrupación La Cámpora es el principal bastión en este cambio cultural. Desde su nacimiento, el grupo liderado por Máximo Kirchner tiene como fin inmiscuirse en todo tipo de instituciones (con la facilidad de tener el aval del poder ejecutivo) para brindar su visión sobre la realidad. Las recientes elecciones en la UBA son la muestra más cabal de ello. A pesar de que los medios opositores hayan hecho hincapié en que “el kirchnerismo” no pudo vencer en ninguna facultad; no debe pasarse por alto que La Cámpora consiguió la segunda posición en casi todas las facultades. Los “K” saben a la perfección que el proceso de cambio de cualquier institución es demasiado lento, y por eso se muestran más que conformes por los cambios obtenidos hasta ahora.
Cristina gana en las urnas, La Cámpora se posiciona en las instituciones. Si la oposición no aparece, La Cámpora comenzará a ganar en las instituciones y, entonces, la Argentina le habrá abierto las puertas al totalitarismo.
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