Con el fallecimiento de la empresaria se fue gran parte de la historia del poderío e influencia de nuestro país. ¿Era realmente la persona más poderosa de la Argentina?
A Michael Foucault se lo suele definir como un historiador de las ideas, un teórico social o un filósofo. Más allá de la carátula que se le ponga, el francés es uno de los intelectuales que más ha estudiado el pensamiento de los seres humanos. Foucault (quien adquirió un prestigio inusitado por sus horas como catedrático en las universidades más importantes del mundo) dedicó gran parte de su vida a intentar comprender cómo influye el “poder” de las personas más importantes en el resto de una sociedad.
Una de las frases más paradigmáticas que se le conoce es: “El poder es lo más puro y codiciado que existe, pero sólo el hombre
Amalita se convirtió en la única argentina retratada por Andy Warhol. Imagen: forum.skyscraperpage.com correcto puede llevarlo bien”.
Seguramente, María Amalia Sara Lacroze Reyes Oribe de Fortabat Pourtale habría sido un caso más que interesante para el estudio de Foucault. ¿Quién puede dudar de que si hay algo que caracterizó a la reciente fallecida fue el hecho de ser una persona poderosa?
En 1977, la revista Gente la calificó como la persona más poderosa de nuestro país. Pero el “poder” de Amalita no fue visualizado sólo dentro de nuestras fronteras: su increíble fortuna y poderío llegó a los Estados Unidos, cuando en 1997 la célebre revista comercial Forbes la declaraba la tercera persona más rica de la Argentina.
Reivindicación del género
Cuando hablamos de la importancia que fue adquiriendo la mujer en nuestro país con el pasar del tiempo siempre se recae en el mismo nombre: Eva Duarte de Perón. Sin menoscabar los progresos que Evita le provocó a su género, es –realmente- una injusticia no tener en cuenta a Amalita. Quizás ahora (cuando un personaje se muere se comienzan a ver con “ojos históricos” sus logros), el país le reconozca toda la legitimidad que su persona le aportó al género.
Luego de su primer matrimonio con el abogado Hernán de Lafuente Sáenz Valiente allá por 1941, Amalita se casó con el propietario de Loma Negra Alfredo Fortabat mientras corría el año 1947. Aunque ya muchos comenzaban a notar su influencia en las decisiones de su marido, hasta 1976 (año en que fallece Alfredo) se puede decir que el rol de Amalita era el de una mujer común que basaba su vida en atender a su familia. Pero desde entonces ocupó un lugar desconocido para cualquier “mujer” de nuestro país.
Luego de la muerte de su marido heredó los siguientes bienes: 23 campos que sumaban 160.000 hectáreas con 170.000 cabezas de ganado y una finca de 160 hectáreas en Middleburg, Virginia; cinco empresas cementeras; un edificio sobre Avenida Libertador; una casa en Libertador y San Martín de Tours; una casa en San Isidro; una casona en Mar del Plata; el edificio donde funcionaba la sede Loma Negra, en Diagonal Norte 634; un dúplex en el Hotel Pierre, en Nueva York; un avión Lear Jet; un avión Beechcraft 90; un helicóptero Hughes 500; un barco y automóviles; obras de arte, una emisora radial y una planta de inseminación.
Un título de Gente volvió a retumbar en la sociedad: “Una mujer al frente de un imperio”. Lejos de conformarse con toda la fortuna que había heredado, Amalita decidió asumir la dirección de Loma Negra a sólo tres días de la muerte de su pareja. En esos días se dudaba de la actitud que tomaría la reciente viuda. ¿Estábamos frente a una persona que conquistó a un mega millonario para quedarse con su fortuna? ¿O se trataba de una mujer que debió asimilar rápidamente el dolor y reponerse para no perder un imperio?
En pocos días, esa duda quedaría saldada. “Se levanta todos los días a las 7 de la mañana y termina a las ocho y media de la noche”, narraba un medio gráfico de la época. Lejos está de considerarse “aprovechadora” a una mujer que trabaje trece horas y media por día.
Política y poder
Los principales críticos de Amalita basan todos sus ataques en la buena relación que la empresaria supo construir con todos los gobiernos nacionales (incluidos los de facto). A un año de asumir la dirección de Loma Negra, el entonces Presidente de facto Rafael Videla y su Ministro de Economía Martínez de Hoz anunciaron la “tablita”, medida económica que ayudó a que el grupo inversor de Amalita incremente su fortuna y poder de manera excepcional. La amistad que ella mantenía con los militares a cargo del gobierno no se pudo esconder demasiado y pronto sería tema de tapa de la mayoría de los medios gráficos.
En 1980, más medidas de Martínez de Hoz (como el incremento del 20% en el precio del cemento) hicieron aumentar considerablemente el usufructo de Loma Negra. Sólo en ese año, la fábrica incrementó su patrimonio en 160 millones de dólares. Pero las buenas noticias para Amalita no sólo provinieron de los gobiernos militares: en la década del 90, con el arribo de “su amigo” (así lo definió en una entrevista) Carlos Menem a la presidencia, ella seguiría construyendo el ya “mítico” imperio de los Fortabat. El riojano la declaró “embajadora itinerante”, su influencia y poder ya no sólo eran comerciales (inauguró varios proyectos de arte), yno había ranking de riqueza, poder o influencia en el que no figurara en el Top Ten.
Con el breve recorrido que hemos hecho aquí, más cualquiera que pueda aparecer en los diversos medios de comunicación, es innegable el poder de influencia que Amalita tuvo sobre nuestra economía, nuestra política, nuestra sociedad (su fundación donó más de 40 millones de dólares a los pobres) y nuestro arte. El debate sobre la ética y moral de sus “formas” de negociar con los políticos o gobernantes de mando no lo podremos dilucidar aquí. Por el contrario, se incrementará (como su fortuna) cada vez más.
Retomando la frase de Foucault, lo que inclinará la balanza del debate es esclarecer si Amalita fue una “mujer” correcta. Por ahora, sólo Mariano Grondona se atrevió a brindar una opinión al respecto: “No la recordaremos por los abundantes dones que recibió, sino por lo que hizo con ellos. No por lo que tuvo, sino por lo que dio. Amalita dio todo a todos. Al arte, a sus empresas, a los ricos y sobre todo a los pobres. Fue -al mismo tiempo- aristocrática y popular”.