martes, 14 de junio de 2011

Deslealtad, el peor pecado político



REVISTA MAGNA

Después de su voto “no positivo”, Cobos había cosechado una gran popularidad. Hoy, el tiempo le pasó factura y el Vicepresidente no es candidato a nada.
Peronistas de izquierda, peronistas de derecha, radicales, socialistas, conservadores, liberales y hasta “gorilas” reconocen que hubo un antes y un después de Juan Domingo Perón en la política argentina.
El General le aportó a la política nacional una impronta de pasión y vocación nunca antes vista en nuestro país. Podría afirmarse que fue el primer “animal político”; sin desmerecer lo hecho por personajes como Julio ArgentinoRoca, Bartolomé Mitre o Hipólito Irigoyen, el fundador del peronismo creo una manera de hacer política totalmente nueva para los argentinos.
Más allá de la ideología que posea cada uno, quien no esté dispuesto a ver este fenómeno es –seguramente- porque padece algún tipo de ceguera o problema en la vista. Quienes han estudiado la historia del peronismo con mayor intensidad (Loris Zannata en “Breve historia del peronismo” ó Hugo Gambini en “Historias del peronismo III”, entre otros) destacan a la “lealtad” como el elemento más notable e importante con el que construyó su basto poder.
Sin meternos de lleno en la historia de los orígenes peronistas (no nos alcanzaría el espacio para hacerlo) podemos profundizar en el cambio ideológico que Perón realiza durante su exilio. Quienes conocieron de cerca al General atestiguan que dicho cambio se debió –entre otras circunstancias- a la consideración personal de Perón de deslealtad por parte de algunos dirigentes de izquierda (con el Presidente Héctor Cámpora a la cabeza).
Resumiendo, para el hombre que cambió completamente el ámbito político de nuestro país, la lealtad es considerada una premisa inquebrantable para la construcción de cualquier espacio de poder.Imagen: alsurinforma.comImagen: alsurinforma.com Incluso cuando las tentaciones de poder inmediato atropellan a una persona con promesas de mayor popularidad o influencia en las altas esferas del poder, un político de raza (siguiendo los preceptos básicos de Perón) debe hacer caso omiso y demostrar ser una persona leal; de lo contrario será una víctima política más de nuestra historia. Julio Cleto Cobos es un claro ejemplo de esto.
De la cúspide al precipicio
Ni el mejor analista político o el más respetado especialista en predicciones podría haber estado cerca de augurar el estado actual del Vicepresidente Cobos allá por junio de 2008 (mes de máxima exposición del conflicto con el campo).
Revisando diarios o sitios Web de ese momento, puede observarse cómo muchas figuras del ámbito político aseveraban que el Vicepresidente –con su voto “no positivo”- se había fortalecido de tal manera que la presidencia era una cuestión de tiempo para él. No eran pocos los que dudaban de la posibilidad de concluir el mandato de Cristina; y focalizaban en Cobos al líder que el país necesitaba. Hasta varios encuestadores improvisaron sondeos en los que el mendocino ganaba con exagerada comodidad una “supuesta” o “posible” elección presidencial adelantada.
Amén de las consideraciones exageradas de la mayoría de los medios de comunicación, debe reconocerse y subrayarse dos puntos clave que nos ayudarán a comprender el andar de la política nacional:
  • En primer lugar, con su decisión de enfrentar a su líder o superior (Cristina), Cobos prefirió dejar de lado la lealtad para entregarse al oportunismo que le brindaron las mieles de una alta popularidad. La reacción lógica de cualquier vicepresidente en un momento tan crucial hubiese sido la de apoyar el modelo para fortalecer el gobierno al que se pertenece.
  • Consecuentemente, debemos admitir que luego de su “actitud rebelde”, Cobos obtuvo un protagonismo inusitado para cualquier vicepresidente y –si bien no al grado que algunos medios aventuraban como vimos más arriba- su futuro (por lo menos a corto plazo) prometía ser una especie de redención para el radicalismo.
Para clarificar el análisis, hay que subrayar la correcta decisión (el tiempo lo demostró) de los Kirchner de no exigirle en ningún momento la renuncia al problemático y rebelde Vicepresidente. Se transitó por un período en el que Néstor hizo bajar una orden incuestionable e inapelable de no ofrecerle ningún tipo de excusas a Cobos para facilitarle el camino y presentar su renuncia.
La sabia frase de Carlos Pellegrini, “En la renuncia al poder está todo el poder”, convenció al ex Presidente de que era preferible soportar una mala convivencia a seguir agigantando la popularidad del radical.
Aquellos que piensen que la pobre actualidad del Vicepresidente se debe (no a la falta de lealtad) sino al hecho de no haber presentado su renuncia a tiempo, deben recordar el caso de Carlos Alberto “Chacho” Álvarez. Otro gobierno, otras circunstancias, otros protagonistas, pero el mismo elemento (deslealtad de Álvarez a De la Rua) tienen idéntico resultado: magra actualidad política de Chacho.
Lealtad vs. Oportunismo
Quizás nos ayude a entender con más precisión la situación una comparación entre los dos vicepresidentes kirchneristas. Los memoriosos tendrán la posibilidad de recordar que la relación entre Daniel Scioli y Néstor Kirchner estuvo repleta de escollos y tropiezos en sus comienzos.
Las diferentes ideologías de los dos mandatarios, sumado al fuerte rumor de que Scioli era –en realidad- una especie de “delegado” que Duhalde había colocado en la fórmula para controlar al entonces presidente hacían tambalear al poder ejecutivo. En más de una ocasión se produjeron fuertes rumores y versiones sobre la renuncia del vicepresidente si Kirchner no le brindaba más protagonismo en el Gobierno.
Ante semejante panorama, Scioli podría haber optado por un polémico conflicto con Kirchner que le redituaría (a corto plazo) jugosas tapas de diarios e interminables horas en los distintos programas políticos de radio y televisión.
Sin embargo, el ex motonauta escogió la lealtad. Los resultados inmediatos parecían ser magros y escasos: no fue hasta las elecciones del 2007 que Scioli debió soportar estar relegado a un lugar poco protagónico (ser el vice de un presidente omnipresente que tenía el control absoluto del oficialismo).
Pero, ¿quién se animará a discutir  el andar actual de Scioli? Tiene en sus manos a la provincia más importante de país (con la certeza de que la gobernará por cuatro años más) y es uno de los principales candidatos a pelear la presidencia en el 2015.
En otras palabras, Daniel Scioli es una de las personas con más influencias (léase “poder construido o acumulado”) en el país. Muy pocas figuras políticas (Cristina y –tal vez- el “chino” Zannini) gozan de más poder que el gobernador bonaerense.
El procesar “desleal” de Cobos ya todos lo conocemos. Los resultados también están a la vista: hoy Cobos no sólo no tiene un caudal de votos (popularidad) para candidatearse a ningún cargo ejecutivo importante, sino que ningún espacio desea contar con su presencia o apoyo en octubre.
El radicalismo y el socialismo ya confirmaron sus fórmulas (Alfonsín- González Fraga y Binner-Morandini). En el oficialismo, si bien todavía no se conoce al vice, su nombre es malapalabra y en el peronismo federal su persona está prohibida. Para Macri, Cobos sólo es un fantasma de la traición que no ayudará en nada al crecimiento del PRO. Por último, la Coalición Cívica de Lilita Carrió no tiene en sus planes realizar ningún tipo de alianza (y menos con figuras que restan más de lo que suman).
Como consecuencia, nos situamos frente a un político que siendo vicepresidente y a sólo tres años de poseer una popularidad avasallante, se encuentra deambulando en las penumbras sin tener NINGUNA POSIBILIDAD de salir airoso en un año puramente electoral.
Seguramente, a Cleto Cobos le hubiese ido mejor si obedecía la frase de Napoleón Hill (asesor personal del Presidente Franklin Delano Roosevelt en Estados Unidos): “La deslealtad lo marca a uno como siendo menos que el polvo de la tierra, y trae además el desprecio que se merece. La falta de lealtad es una de las mayores causas del fracaso de cada camino de la vida política”.
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