martes, 6 de marzo de 2012

CORRUPCIÓN + INOPERANCIA= TRAGEDIA

REVISTA MAGNA
BUENOS AIRES

Desde mayo de 2003 hasta junio de 2009, Ricardo Jaime fue el Secretario de Transporte de la Nación. La Justicia estimó que, tanto él como su círculo familiar y de negocios, consiguieron 12 millones de pesos en bienes que no pudieron justificar según sus ingresos. Con más de 20 expedientes abiertos en la Justicia Federal y dos procesos (por sobornos), Jaime es uno de los funcionarios más corruptos desde el nacimiento del kirchnerismo.

Imagen: eltribuna.com.arEn el libro “El ReKaudador. Ricardo Jaime, la cara corrupta de la era kirchnerista”, de Omar Lavieri, se puede leer un párrafo que dice: “Claudio Cirigliano -quien explota trenes y colectivos-, le pagó viajes en taxis aéreos que el ex funcionario hizo para descansar y alejarse de las fatigosas presiones de su cargo”. En ese momento, la figura de Cirigliano era poco conocida; hoy, luego de la tragedia, el nombre del titular de TBA es más que conocido.

La primera defensa que se escucha cuando se acusa a un funcionario de “corrupto” es la de “habrá robado, pero por lo menos hizo algo”. Esa frase fue instaurada en nuestra sociedad en la época del menemismo, y potenciada por la mayoría de los funcionarios “K” a partir del 2003. Lo cierto es que pocas afirmaciones son más falsas, incorrectas y aberrantes que dicha frase. El ex Presidente Arturo Illia definió su lucha contra la corrupción con una premisa tan simple como sabia: “Cuando uno roba, se queda con algo que no es suyo y que estaba destinado para otra utilización”.

Sólo en el año 2011, nuestro país brindó 5.000 millones de dólares en calidad de subsidios al transporte público.  Si tomamos como parámetro el período “K” de 2004/11 esa suma asciende a 16.000 millones de dólares. Es difícil comprender el grado de corrupción cuando no se conoce con exactitud el ámbito del que se habla. “Es mucho dinero, pero ¿quién dice que no es el necesario?”, podría alegar cualquier kirchnerista. A ellos le respondemos: En el año 2003 (Cuando Néstor ingresó al Gobierno en el mes de mayo) los fondos destinados al subsidio de transportes públicos fueron 200 millones.

Fanáticos “K” pueden insistir en su defensa y argumentar que nuestro transporte es merecedor de un incremento desconsiderado de subsidios. Ahora bien, ¿Cómo se justifica que con 4800 millones de diferencia (de los 200 de 2003 a los 5000 del 2011) no se hayan producido cambios notables en la calidad del servicio?

La respuesta no es tan complicada. Los cambios en los servicios no se percibieron porque no existieron. Sí hubo, por otro lado, cambios sustanciales en la calidad de vida de los funcionarios implicados. En ese mismo período, el patrimonio de Ricardo Jaime creció inusitadamente (igual que los fondos subsidiarios).

Un yate, una avión de cuatro millones de dólares, una casa en un country en Córdoba, una casa en Carlos Paz, un hotel en esa misma ciudad, autos, una casa de fin de semana en un barrio cerrado de San Isidro. Esos son algunos de los bienes de los que Jaime disfrutó y que la Justicia sospecha que fueron adquiridos con fondos obtenidos ilegalmente. Buena parte de la estructura de negocios que se hacían en las sombras de la Secretaría de Transporte salieron a la luz cuando se divulgó el contenido de los cientos de e-mails que intentó -y no pudo- borrar de sus computadoras Manuel Vázquez, testaferro y ex asesor de Jaime.

4800 millones de dólares, igual calidad del servicio, enriquecimientos injustificados de varios funcionarios, pagos de taxis aéreos de Cirigliano a Jaime, y –hasta- una gigantografía en la mismísima línea Sarmiento con las caras de Néstor y Cristina en las últimas elecciones. Todo parece bastante obvio. Un viejo y conocido refrán dice: “Si tiene cuatro patas como un perro, ladra como un perro, come como un perro y vive como un perro, lo más probable es que sea un perro”. Lo más probable –entonces- es que sea la corrupción.

Diferencias con Cromagnon
Un accidente es aquella situación desgraciada que no se puede prever y ocurre sin nuestra participación o responsabilidad por descuido. Ejemplo: se cae un balcón o una pesada maceta sobre nuestra cabeza, justo en el momento en que vamos caminando por abajo. No cabe duda. Nosotros no lo provocamos ni podíamos sospecharlo. Es un accidente.

Un incidente, en cambio, es algo provocado por nuestro mal accionar o la falta de precaución. Ejemplo: un incendio es provocado por dejar fuego encendido cerca de material altamente combustible como cortinas en la cocina, que pasen sobre las hornallas con un simple viento. O velas y cigarrillos apoyados en muebles de madera, etc.

Con todos los datos aportados más arriba del mal accionar y los actos de corrupción reinantes en este Gobierno, cuesta bastante calificar a la Tragedia de Once como “Accidente”.

A su vez, muchos intentaron equiparar lo sucedido en la estación de tren con la catástrofe de Cromagnon. Más allá del número de pérdidas humanas en cada tragedia, es errónea la comparación. Once fue mucho peor que Cromagnon. ¿Por qué? Por el carácter “público” del servicio en cuestión. Nadie estaba obligado a ir al recital de Callejeros, y mucho menos a quedarse cuando comenzaron a prenderse las bengalas. Sin embargo, viajar en tren es una obligación y necesidad imperante que tiene un gran sector de los ciudadanos argentinos. Por otra parte, Cromagnon no recibía subsidios del Estado ni prestaba ningún servicio esencial para la sociedad. Es cierto que la falta de controles es un delito en cualquier caso, pero lo sucedido en la estación de Once va mucho más allá de una “falta de controles”.

El Gobierno de Cristina es consciente de esa diferencia sustancial y por eso salió – rápidamente- a actuar de querellante en la causa. ¿Alcanza con eso? Claro que no. Schiavi, De Vido, Jaime y hasta la propia Cristina tendrán que pagar por la vida de cada uno de los argentinos que murieron en la devastación de Once.
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