BUENOS AIRES
No se trata de Karl -fundador del marxismo- sino de Groucho, el comediante estadounidense. La Presidenta se encuentra frente a dos problemas sin solución.
El estadounidense Groucho Marx fue actor y escritor pero su faceta más recordada es la de comediante. Su estilo hacía que –muchas veces- sus frases se transformaran en genialidades que combinaban la diversión y la crueldad para definir la realidad. Tal es el caso de la siguiente, que bien sirve para precisar el clima político que vive la Presidenta
Cristina cometió una de las peores aberraciones de los últimos tiempos: avaló y defendió el accionar de los barrabravas. Imagen: InternetCristina Fernández de Kirchner durante su segundo mandato: “La política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados”.
Observaremos en el siguiente análisis cómo CFK hace palpable el latiguillo de Marx en dos casos puntuales: su férreo enfrentamiento con el Gobernador bonaerense Daniel Scioli y la relación del kirchnerismo con las polémicas barras bravas.
El cinismo de Cristina
En el marco de la inauguración de un nuevo sistema de seguridad para el ingreso de los "hinchas" a los estadios de fútbol, Cristina cometió una de las peores aberraciones de los últimos tiempos: avaló y defendió el accionar de los barrabravas. Son conocidos los lazos que unen a estos personajes con el kirchnerismo: el proyecto de “Hinchadas Unidas Argentinas” (que supervisó personalmente Máximo Kirchner) le permitió a las barras argentinas viajar al Mundial de Sudáfrica sin ningún tipo de restricciones o controles.
Luego de afirmar que muchos hechos de violencia adjudicados a las barras tienen una clara intencionalidad política, Cristina se despachó con frases como la siguiente: “Es como si de repente aparecieron delincuentes, porque yo no quiero hablar de barrabravas, porque soy hija de una hincha, fanática como es mi vieja, se agarraba al alambre así y se sigue agarrando al alambre; fui esposa de un fanático también de Racing y soy madre de un hincha fanático, así que yo quiero hablar solamente con el corazón y desprovista de todos los intereses espurios que muchas veces se mezclan en estas cosas, entremezclados con la política, entremezclados con los intereses de poner una situación como si fuera inédita y nueva en la República Argentina ”.
¿Hay alguna defensa más pragmática de estos personajes que la de la propia Presidenta?Para Cristina no se trata de seres violentos que se manejan con una imputabilidad descarada, sino de “hinchas del corazón”; incluso trató al ex presidente Néstor Kirchner como a un "barrabrava". El cinismo de Cristina nos quiere convencer de que personajes como Rafael Di Zeo, Mauro Martín, Alan y Wiiliams Schlenker, etc. son hinchas apasionados de fútbol equiparables a cualquier fanático (como su ex marido o su hijo).
Pero la irreverencia de la Presidenta no quedó allí, ya que más adelante sentenció: "Además, otra cosa que también tengo que decir, cuando se arman bardos no se arman solamente bardos en la “popu”, se arman también bardos en la platea. Yo he visto agarrarse a piñas en la platea entre gente, inclusive, del mismo club porque tienen diferencias con respecto a la jugada del arbitro, a lo que opinan del técnico, a lo que opinan del fútbol”.
Para entender el párrafo anterior, vale aclarar que los barrabravas solo se ubican en la popular ("‘popu", como la llama Cristina). La Presidenta intensifica su defensa, intentando asemejar a los integrantes de las barras con los hinchas que van a la platea. ¿Es cierto que también hay incidentes en las plateas? Sí, es cierto. ¿Es cierto que son incomparables con los delitos que los barras provocan –con total impunidad- en cada partido de fútbol en casi todos los estadios de la Argentina? Sí, es cierto. Solo un obtuso o cínico podría negarlo o intentar confundirlos. Cristina lo hizo.
Al filo del abismo
En los últimos días, el Gobierno Nacional decidió ponerle "pausa" a los reiterados ataques hacia el Gobernador de Buenos Aires. Luego de un período de más de un mes donde todos los funcionarios ultra "K" denostaron a Scioli, se produjo un parate en la embestida contra el bonaerense.
¿Notó Cristina que un enfrentamiento entre los dos líderes políticos más importantes no es aconsejable o recomendable para un país que se apresta a enfrentar una crisis económica? Para nada. Lejos está la Presidenta de –siquiera- acercarse a ese análisis. La ruptura con Scioli es un hecho, nada ni nadie lo impedirá.
¿A qué se debe –entonces- el parate de los agravios? A las encuestas, un elemento vital en la metodología política kirchnerista. Lo hacía Néstor con su famosa libretita, y lo hace Cristina con métodos más avanzados: día a día se revisan los estudios de opinión y análisis de los referentes políticos. En las mismas, la figura de Scioli no frena su crecimiento, mientras que la imagen de Cristina ya perdió más de 25 puntos con respecto a la úlitma elección (la del famoso 54%).
La Presidenta decidió romper las dos grandes alianzas que le permitieron acceder a su reelección con un porcentaje de popularidad inusitado. Primero, con Hugo Moyano; después con Daniel Scioli. Cristina no titubeó a la hora de dejarlos en ridículo y quitarles todas las "facilidades" que les ofrecía Néstor. Las reacciones de los ex aliados fueron radicalmente diferentes, pero con el mismo resultado. Mientras Moyano escogió el estilo combativo para romper con el oficialismo, Scioli prefirió la pasividad y dejarle a Cristina la tarea de ser la principal protagonista de la ruptura. Los asesores del Gobernador bonaerense insisten en que es el "pacifismo" lo que hace crecer la figura de Scioli, ¿por qué interrumpirlo entonces?. Como dijimos, el resultado fue el mismo: en ambos enfrentamientos, la imagen más perjudicada fue la de Cristina.
Retomando las palabras del humorista estadounidense, fue Cristina la que buscó el problema (el enfrentamiento), la que lo encontró (la irracionalidad de sus pedidos logró que Scioli decida no seguir obedeciendo obsecuentemente sus caprichos), la que hizo un diagnóstico equivocado (pensando que Scioli dimitiría de su cargo), y también es ella la que está proponiendo remedios equivocados.
Cristina se encuentra atrapada en un laberinto sin salida en el que se superponen los errores. Mientras en el caso de los barrabravas sacrifica la voluntad popular (es abrumadora la porción de la sociedad que los rechaza) para no romper con sus aliados que le garantizan la fuerza de choque (imprescindible con Moyano afuera del oficialismo); en el enfrentamiento con Scioli, privilegia su figura y decide poner en "stand by" la embestida contra el bonaerense.
Con las encuestas en la mano, el seno íntimo del kichnerismo (Zannini y Máximo) siente la decepción: no importa cual sea el comportamiento de Cristina, los números continúan bajando.
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